Desterrar la indisciplina, movilizar la conciencia

Hubo un día en que La Habana, todavía en primera fase de la desescalada por la pandemia, amanecía con la feliz noticia de que no se reportaban nuevos casos positivos. Los ánimos, entonces, se dispararon, puesto que el esperado cero marcaba el resultado del esfuerzo descomunal de un país, dígase, entre muchos trabajadores, el de sus médicos, en primer orden.

Hoy los rostros no son los mismos.La preocupación aumenta por estos días a la par de las cifras y mellan el arrojo de tanta entrega. Imperdonables resultan los fallos que a causa de irresponsables y descreídos han modificado los resultados alcanzados; desconsideraciones insolentes frente a un sistema de Salud y de gestión del Estado cubano, aplaudidos por la eficiencia de su cometido, incluso por los que se empeñan en ver tachadurasen un escenario sanitario cada vez más admirable.

Llega entonces el «hay que hacer», el «tienen que tomar medidas», como si desterrar la desobediencia fuera solo asunto de unos cuantos. Para nadie es un secreto que las disposiciones egales y autoridades policiales tienen –tal como se hace desde el primer día– un gran peso en el cumplimiento de las orientaciones; sin embargo, es impensable que la solución descanse solo en la aplicación de multas o procurando que los agentes del orden púbico estén donde cada indisciplina. Basta asomarse al balcón, o transitar nuestras calles, para contemplar, en un entorno perfectamente apacible, donde no tiene por qué estar la policía, a dos o tres conversando, unocasi sobre el otro, ¡sin nasobuco! –elemental barrera de contención de lasaliva–, o compartiendo un trago desde el mismo vaso, o hasta de la misma botella. ¿Habrá realmente un policíapara cada uno de esos casos?

Hay dos bandos. En el primero, cuentan los que se protegen y protegen a su familia, a compañeros y vecinos en las buenas prácticas de higiene y distanciamiento, los que contribuyen a la disipación del virus; los que reverencian con disciplina el desvelo del personal de la Salud y valoran la dicha devivir en Cuba, cuando el mundo sufre a diario escenas sobrecogedoras.Los otros, los que apenas se informan, los irreverentes que cuquean el peligro propio y el que se cierne sobreel otro; los que permiten que se les hable arriba, y sin nasobuco; los que se saben atendidos si el virus toca a su puerta; los más aburridos que nadie, que necesitan asistir a la fiesta que otro apesadumbrado prepara.

Poner a raya la indisciplina no es solo necesario, sino imperioso. Integremos ese equipo llamado conciencia, que reclaman la vergüenza y el sano juicio.