Ignacio Agramonte

Camagüey, 23 dic - Con una peregrinación desde la Casa Natal de Ignacio Agramonte y Loynaz, el Mayor, hasta el parque que lleva su nombre, en esta ciudad, una representación de la población camagüeyana rindió homenaje al héroe independentista, al celebrarse hoy el aniversario 180 de su natalicio.


En el parque -antigua Plaza de Armas- fue colocada una ofrenda floral ante la estatua ecuestre que rinde perpetuo recuerdo y veneración a quien dirigió la épica caballería camagüeyana, y participó en la redacción de la Constitución de la República de Cuba en Armas, aprobada el 11 de abril de 1869 en la Asamblea de Guáimaro, la primera del archipiélago antillano.



Cada año los hijos de esta región recuerdan con entrañable respeto al portador de un admirable legado de amor por Cuba, por su patria, y por su esposa Amalia Simoni, además de sobresalir en la historia por la singular ejemplaridad, cuando alcanzó desde joven el grado de Mayor General del Ejército Libertador en El Camagüey, durante la Guerra de Independencia, iniciada en 1868 contra el coloniaje español.

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Agramonte y Loynaz es recordado como la más sobresaliente personalidad de esta demarcación provincial, y una de las figuras más prominentes de los mambises, según reconoció el historiador camagüeyano Fernando Crespo Baró en el acto ceremonial y en la marcha de este jueves, en los que estuvieron presentes autoridades políticas y gubernamentales del territorio, estudiantes y trabajadores.

En el héroe influyó la profesión más practicada en su familia: el derecho, pues en su árbol genealógico constaban unos siete abogados relacionados con la Real Audiencia, detalles importantes que desde el punto de vista de la ley, y del cumplimiento del deber, contribuyeron a su madurez.

José Martí, Héroe Nacional de Cuba, apreció en Agramonte y Loynaz al hacedor de imágenes patrióticas que iban a fijarse en el fervor cubano, como el inolvidable rescate del brigadier Manuel Sanguily,- apresado por tropas enemigas-, con una mezcla de piedad y coraje, y voluntad de sacrificio, según reseña Cintio Vitier en su libro Ese sol del mundo moral.

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En el citado volumen, el autor destaca que la pulcritud de la conducta de El Mayor con amigos y enemigos, las apasionadas y diamantinas relaciones con su mujer, la ética militar y revolucionaria que en él se va definiendo como praxis de combatiente, jefe ejemplar y maestro de su tropa, justifican plenamente el elogio sin reservas.

El Mayor-como fue conocido y aún lo conocen las nuevas generaciones -cayó combatiendo por la libertad de Cuba en los campos de Jimaguayú, al sur de esta ciudad, el 11 de mayo de 1873, con apenas 31 años de edad.

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