Entre sus objetivos más perversos, la CIA se propone enajenar a las mujeres de la Revolución, y privarlas del alma que las mueve y enaltece. Foto: Ismael Batista Ramírez

Nuestros adversarios pretenden sembrar la duda, la inconformidad y la confusión, valiéndose de las insatisfacciones y utilizando su bien engrasada maquinaria de subversión ideológica. Uno de los sectores de mayor interés de la CIA son las mujeres, sobre todo las más jóvenes.

Durante el año 2004, funcionarios de la Sección de Intereses de EE. UU. en La Habana (SINA), más un grupo de agentes y colaboradores de la CIA que viajaron al país con ese propósito, realizaron un estudio sobre el terreno del consumo cultural de las mujeres cubanas.

No hay magia, sino servicios especiales para la manipulación

Con anterioridad, contratistas de la CIA, actuando como supuestos periodistas, llevaron adelante una investigación sobre los principales grupos de rap del país, grabaron entrevistas a cultivadores de ese género, con el falso pretexto de que serían utilizadas para promover su obra.

Existía el criterio de que se podía organizar un «buen trabajo» entre los músicos que cultivaban el reguetón, el rap y el rock.

Según la CIA, era muy fácil -ya lo habían ensayado en otros lares-, lo único que había que hacer era encontrar un grupo de músicos con ganas de hacerse famosos, indicarles sutilmente por dónde va el mercado y cuál era el interés de la industria; buscarles un representante adecuado, proponer, premiar y promover el tipo de textos convenientes, grabar discos, organizar giras y conciertos, etc.

«Que terminen haciendo nuestro trabajo, sin saberlo», opinaban los expertos en el tema. Se lograría, además, un segundo objetivo: hacerlos dependientes del mercado estadounidense. El enlace entre el mercado y los grupos musicales fue facilitado en muchos casos por los servicios especiales estadounidenses a través de personas a su servicio.

Las estrategias de manipulación de la CIA, QAnon y los «conspiranoides» (+Video)

Las disqueras comenzaron a grabar y a promover no precisamente las mejores creaciones realizadas en la Isla, sino aquellos textos que daban una imagen negativa de las mujeres cubanas, que promovían el mal gusto, la chabacanería, el machismo, etc.

El dinero comenzó a fluir, desde las arcas del Fondo Nacional para la Democracia (NEd), la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y el Instituto Republicano Internacional (IRI). Surgieron generosos representantes extranjeros, promotores, relacionistas públicos. Como por arte de magia, saltaron a la fama los grupos estudiados y seleccionados por ellos.

Pero no se limitaron a poner el dinero, también elaboraron matrices con la música que los «representantes» debían sugerir a los músicos, «porque era lo que el mercado demandaba». Así, la ruta del éxito, del dinero y una estrategia comunicacional bien diseñada indicó a algunos realizadores cuál era la pauta a seguir para «triunfar».

Es importante señalar que la mayoría de los músicos no tenían conocimiento de que estaban siendo manipulados y, por otra parte, la riqueza de nuestro acervo musical y la calidad de nuestros artistas constituía una barrera sólida ante estos planes. Se les hacía difícil disminuir a nuestros auténticos cultivadores del rap, del rock o del reguetón.

Con estas acciones, se perseguía promover una imagen negativa de la mujer cubana, bajar la autoestima de las jóvenes, convencer a niñas y adolescentes de que el sentido de la vida y, por lo tanto, el ideal de la mujer, era «buscar a un hombre rico que cuidara de ellas», cambiar sus patrones de vida y su concepción del mundo. Entre sus objetivos más perversos, se proponía enajenar a las mujeres de la Revolución y, por lo tanto, privarlas del alma que las mueve y enaltece.