El Jardín Botánico Nacional cuenta con colecciones al aire libre y bajo techo. En la foto, el pabellón destinado a exponer cactáceas y suculentas. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Rosalina Berazaín Iturralde llegó al Jardín Botánico Nacional en marzo de 1968, hace 55 años. Precisamente, este viernes 24 de marzo se celebra el 55 aniversario de la fundación del Jardín.

Doctora en Ciencias y profesora de mérito de la Universidad de La Habana, es una de muchas personas que han dedicado su vida al Botánico Nacional y a las que ese laboratorio natural, pulmón verde y sitio de conservación, ciencia, recreación y educación ambiental en la periferia de La Habana ha dado mucho humana y profesionalmente.

“Llegué siendo estudiante. Me iba a incorporar a una expedición con el profesor Johannes Bisse, fundador del Jardín. Con él hice mi doctorado, y trabajé con él hasta su fallecimiento”.

Bisse (1935-1984), quien arribó a Cuba mediada la década de 1960, profundo conocedor de la flora cubana (en 1988 fue publicado su libro Árboles de Cuba), fue asesor y entusiasta promotor y desarrollador de la gran obra científica y social del JBN. Preparó a muchos destacados botánicos de la Isla.

Dra. Rosalina Berazaín Iturralde: “No es fácil tener todas las formaciones vegetales de Cuba, más de 20, representadas en un lugar. No podemos representar la del Pico Turquino, no tenemos las condiciones de clima ni altura. Manglar es muy difícil, necesitamos un estero constante, con agua salada. Las que podemos representar, están bien representadas”. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

 

“La zona era parte del Cordón de La Habana, pero a instancias de Fidel, que quería hacer un jardín botánico mayor para la ciudad –pues teníamos el de la Quinta de los Molinos–, estos terrenos fueron destinados al Jardín Botánico Nacional, que estaría adscripto a la Universidad de La Habana”, recuerda la Dra. Rosalina.

“La fundación oficial ocurrió el 6 de enero de 1968. Hay una pequeña nota, de esa fecha, que dice que se estaban iniciando los trabajos del Jardín. La apertura al público fue el 24 de marzo de 1984.

“Lo que había aquí eran cochiqueras, agricultura, ganadería… Marabú también. Nosotros, gente de la Facultad de la Medicina, de la de Biología, estudiantes universitarios junto a obreros que eran parte del Cordón, trabajamos limpiando los terrenos de marabú y otras plantas, extrayendo piedras.

“Había antiguas cercas de piedra y debíamos sacarlas para que entraran los tractores, para la chapea y la preparación de los terrenos… Fue un trabajo duro, de días y noches. Y había que construir los viveros, para aviverar las plantas que luego se iban a sembrar en el área del Jardín.

“Por supuesto, el proyecto conllevó un trabajo previo de diseño de los caminos, las zonas en que estaría dividido el Jardín, de acuerdo con las ideas de nuestro profesor alemán.

“Esos trabajos iniciales incluían lo que llamamos ‘moteo’, ir a distintas zonas de Cuba, tomar la planta de la naturaleza haciendo un ruedo alrededor de ella y sacándola de raíces, pero con la mota de tierra y amarrada en unos sacos para que no pierda sustrato y humedad. Las traíamos, se acondicionaban en los viveros y con el tiempo se sembraban en las zonas del Botánico, de acuerdo con el diseño previo”.

En 50 ha, el Palmetum permite apreciar más de 200 especies de palmas de Cuba y regiones tropicales del mundo. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

 

Rosalina menciona también el intercambio de semillas con jardines botánicos de otros países. Además de las expediciones, “una fuente importante fue ir al Jardín Botánico de Cienfuegos, que es centenario, con palmas, ficus y otras muchas especies. Se traían las posturas o las semillas, y aquí se aviveraban”.

Bisse formó a varios doctores, Rosalina fue la primera. Le acompañó en varias expediciones por el país, un trabajo clave en el desarrollo y mantenimiento de un jardín botánico, al igual que en los estudios y la conservación de la flora. Y no exento de aventura y riesgos, como en aquella ocasión en que se perdieron en la Sierra Maestra.

“Estuvimos una noche durmiendo a la intemperie. A la otra noche llegamos a un campamento en Pino del Agua, que estaba destruido, ahí dormimos encima de unas tablas…

“Al ver que no regresábamos a nuestro campamento, avisaron a la universidad. Chomy [el doctor José Miguel Miyar Barrueco] era el rector, movilizó todo, salieron a buscarnos en helicóptero y nos encontraron. Nos llevaron a un sitio donde pudimos comer y descansar hasta regresar al campamento, que estaba en El Uvero, en la costa sur de la Sierra”.

“El Jardín es toda mi vida, mis hijos nacieron y se criaron aquí. Aquí he tenido mis alumnos. Mi hija es botánica; mi hijo, carpintero. Son caminos distintos, pero ambos aman la naturaleza. Aquí he aprendido todo, fui estudiante, me gradué de la licenciatura, me hice doctora.

“He podido hacer muchas cosas. Me encantan las expediciones. Por la edad, me siento hoy más limitada de ir al campo, pero he podido conocer toda Cuba y su flora, recolectar plantas, identificar, trabajar en el herbario. La formación que tuve para mi doctorado la he podido trasladar a los jóvenes. Hemos seguido formando a doctores y maestros en Botánica, y más licenciados en Biología”, afirma la Dra. Rosalina Berazaín Iturralde.

Espacios cubiertos por bosque denso y áreas de vegetación más espaciada donde hay miles de especies y muchas maravillas de la flora. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

 

Hoy, 55 años después de aquellos primeros días de 1968, el Jardín Botánico Nacional abarca unas 500 hectáreas recorridas por más de 40 km de carreteras, donde están sembrados cientos de miles de árboles de unas 3 000 especies y representada la flora de Cuba y de las regiones tropicales del mundo, organizadas en zonas y colecciones científicamente ordenadas.

En reciente encuentro con la prensa, el director del Jardín, el M. Sc. Carlos Manuel Pérez Cuevas, habló del trabajo que implica mantener el Jardín, tomando en cuenta la investigación, las amplias redes para la distribución de agua, electricidad y otros servicios, 1 200 asientos en restaurantes y amplias zonas que requieren atención y cuantiosos recursos de jardinería (viveros, poda, atenciones fitosanitarias, recogida de desechos vegetales, uso de grandes volúmenes de sustratos específicos, chapea).

Según el director, todos los recursos que capta el JBN con sus servicios se suman al presupuesto que le dedica el Estado. En 2022, el gasto ascendió a 72 millones de pesos, de los que 66 millones fueron generados por el Jardín. El propósito en 2023 es generar 100 millones y no requerir de fondos estatales. “Es uno de los objetivos, la sostenibilidad económica”, dijo.

Estanque junto a los pabellones de exposición. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

 

Laboratorio vivo, investigación y docencia, taxonomía y conservación

En el encuentro reciente con la prensa, el director del JBN afirmaba que “el sueño de la escuela nacional de botánica se ha cumplido”, en referencia a la concepción inicial del Jardín como centro de estudio y recreación; a la visión integradora de los fundadores y su vocación por investigar y contribuir a conservar la flora cubana en un sitio abierto, a la vez, al ocio y la educación ambiental de la ciudadanía.

Jardín Botánico Nacional de Cuba:

Es una de las principales instituciones para el estudio de la flora en Cuba.

Cuenta con la única maestría de Botánica del país, que ya alcanzó su oncena edición.

Publica la Revista del Jardín Botánico Nacional, fundada en 1980, la de mayor alcance internacional entre las publicaciones científicas cubanas.

En su claustro hay 23 doctores y másteres, tanto profesores de pre y posgrado como investigadores, que publican tanto en la revista del JBN como en revistas internacionales de alto impacto (27 publicaciones en 14 revistas durante 2022).

Cuenta con un herbario, reconocido internacionalmente, en el que se conservan unos 250 000 ejemplares de plantas y hongos cubanos y antillanos, y con la biblioteca botánica más importante de la nación.

Como un proyecto de los botánicos cubanos, publica la obra Flora de la República de Cuba, que en 2021 llegó a su fascículo 26.

Es la institución rectora de la Lista roja de la flora de Cuba (con ediciones en 2005 y 2016), en la que colaboran más de 40 expertos de jardines botánicos y otras instituciones afines del país integrados en el Grupo de Especialistas de Plantas Cubanas, adscripto a la Comisión de Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Tiene relaciones de colaboración con importantes centros de otros países, como el Jardín Botánico Tropical Nong Nooch (Tailandia) y el Jardín Botánico de Berlín. Sus especialistas han colaborado en la construcción de jardines como el Jardín Botánico Atlántico (Gijón). A esto se suman convenios con universidades de Alemania, México, Francia y otras naciones.

Recientemente, se ha incorporado a sus proyectos la Escuela Nacional de Horticultura y Paisajismo.

Abundan las flores en el Jardín Botánico Nacional. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.
El equipo de especialistas del Jardín es el encargado de impartir todas las asignaturas de perfil botánico que reciben los estudiantes de la Universidad de La Habana.

La M. Sc. Alelí Morales Martínez, presidenta de la Sociedad Cubana de Botánica, explica que son materias como Botánica, Sistemática, Ecología… “En total, unas 17 asignaturas que impartimos en la Facultad de Biología”.

Además de participar en investigaciones, Morales Martínez es la directora de la nueva Escuela Nacional de Horticultura y Paisajismo, un proyecto que busca rescatar una enseñanza que se perdió en los años setenta, vital no solo en jardines botánicos, sino en el empeño por rescatar y promover los verdes urbanos para hacer más amigables y saludables las ciudades.

“Estamos comenzando la Escuela Nacional de Horticultura y Paisajismo, donde se imparte un curso de especialidad a los técnicos medios en Agronomía y Forestal que se gradúan del Instituto Tecnológico Rubén Martínez Villena.

“Los que lo desean, cursan nuestra especialidad como parte de su práctica preprofesional, se gradúan con su título de técnico medio correspondiente, el de Agronomía o Forestal, con especialización en Horticultura y Paisajismo. Y el Jardín funciona como laboratorio natural para ellos, al igual que para los estudiantes de la universidad”.

Según la investigadora agregada, ya ha habido dos graduaciones entre el personal del JBN, están en proceso para presentar el programa de graduado superior en Horticultura y Jardinería y editando el manual de técnico superior.

“Queremos reintroducir la especialidad en todos los niveles, recuperar esta práctica. Extender la enseñanza de la botánica, en asociación con el Mined, a todos los tecnológicos del país”.

Actualmente, está en fase final la instalación en el JBN de un vivero que contribuirá a proyectos para reforzar o restaurar los verdes urbanos.

“Nos hemos abierto a la ciudad, desde los proyectos ecológicos hasta los más estéticos. Somos parte del grupo asesor del Gobierno para la formación e incremento de los verdes urbanos, y la propia Escuela de Horticultura y Paisajismo puede aportar a lo que estamos proponiendo para la ciudad de La Habana”, declaró recientemente a la prensa la directora de Horticultura y Paisajismo del JBN, Larisa Castillo Rodríguez.

La M. Sc. Alelí Morales Martínez, presidenta de la Sociedad Cubana de Botánica y directora de la Escuela Nacional de Horticultura y Paisajismo, destaca el peso de las investigaciones botanicas en el Jardín. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

La flora cubana agrupa alrededor de 7 500 especies, con un endemismo en torno al 50%, lo cual le da un valor importante a nivel del Caribe, que, a la vez, está considerado uno de los puntos calientes de biodiversidad en el planeta.

“En ese entorno, Cuba, como la mayor isla, juega un papel relevante”, dice Alelí, quien destaca entre las fortalezas del claustro y el trabajo de la institución el desarrollo de la taxonomía y los estudios fitogeográficos.

“El JBN ha quedado como centro rector de las investigaciones botánicas en el país, sobre todo las referidas a la flora cubana. Publicamos La flora de la República de Cuba, que ya supera los 20 fascículos, distribuidos por familias, donde se recoge, de manera ordenada, la información taxonómica de las especies. Sería, digamos, la obra cumbre de los trabajos taxonómicos en la nación”.

Otra línea relevante es la Lista roja de la flora de Cuba (con ediciones en 2005 y 2016), una especie de barómetro del estado de la flora en que el JBN es coordinador y colaboran decenas de expertos de todo el país, reunidos en el Grupo de Especialistas de Plantas Cubanas (GEPC).

El trabajo –explica la Dra. Rosalina Berazaín Iturralde– es evaluar las especies según las categorías de conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

“Ahí están evaluadas en categorías como extinta, vulnerable, en peligro, en peligro crítico, de preocupación menor... Se dice la formación vegetal donde viven. Es la lista oficial de Cuba. Se vuelve a actualizar a los 10 años. Ya estamos trabajando en eso.

“Tenemos metas y en reuniones anuales clasificamos las plantas cubanas. En 2023 y 2024, la meta es clasificar la mitad de los endémicos de Cuba, unas 1 500 especies”.

Morales Martínez destaca que el GEPC es uno de los grupos más antiguos de la UICN, y el único del área caribeña especializado en plantas.

Celebran expertos cubanos 20 años de esfuerzos para conservar la flora nativa

Agrega que “los estudios del grupo y sus resultados, además de contribuir a la elaboración de la lista roja, ayudan a las autoridades del país en los procesos de toma de decisiones y, de hecho, son parte de los compromisos de Cuba como parte de convenios internacionales relativos a la diversidad biológica”.

Un proyecto de mucho interés es el centrado en el estudio de las plantas hiperacumuladoras. Morales Martínez explica que dentro de la gama de suelos que componen la isla mayor del archipiélago, hay afloramientos de rocas ultramáficas sobre las que se generan los suelos de serpentinas.

Esos suelos “son ricos en minerales pesados. Todas las plantas no se adaptan a vivir ahí. Pero es en esos suelos donde, precisamente, se asienta la mayor parte de nuestra flora endémica. El principal macizo montañoso de nuestro país, que es de ese tipo, es Nipe-Sagua-Baracoa, uno de los núcleos de biodiversidad principales en la región.

“Esas plantas hiperacumuladoras han evolucionado junto con los suelos, se han adaptado y acumulan metales pesados en sus tejidos. La función biológica, que es parte del estudio, pudiera ser la resistencia a la herbivoría: al acumular metales pesados, generalmente tóxicos para los animales, evitan la depredación. Es lo que hace la planta naturalmente.

“Pero nosotros podríamos hacer uso de lo que ellas han aprendido al evolucionar, y ahí entraría la biorremediación de suelos cuando, por ejemplo, termina su uso para la minería. A la vez, el empleo de plantas nativas, adaptadas a esos suelos, contribuiría a la repoblación forestal de áreas devastadas. Es un proyecto en el que especialistas del JBN trabajan conjuntamente con el Ministerio de Energía y Minas”.

Jardín Japonés del Jardín Botánico Nacional de Cuba. Inaugurado en 1989, tiene una extensión de 5 ha, con diseño de la tradición japonesa, plantas de los trópicos y un lago artificial de 1.2 ha. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

La investigación es cotidiana y parte indisoluble de los procesos en el Jardín Botánico Nacional. “El trabajo científico empezó desde el primer momento y no se ha detenido. Nunca hemos dejado de hacer investigación ni docencia”, dice la Dra. Rosalina.

“Es fundamental la organización, crecimiento y mantenimiento del herbario. Es muy grande. Un trabajo que ha implicado recolectas por toda Cuba para tener esa colección actualizada. Unos 120 000 ejemplares de plantas herborizadas, prensadas, organizadas por familias, de la flora cubana”, señala.

“Obtuvimos el año pasado un premio por los aportes del Jardín, sobre todo a la taxonomía de la flora cubana, desde el año 98 hacia acá… Hemos trabajado mucho en la conservación, se han publicado dos listas rojas, con muy buena calidad. Se han publicado los inventarios de todas las especies registradas en Cuba, la tercera edición es de 2022. Son obras trascendentales para el estudio de nuestra flora”.

La M. Sc. Morales Martínez agrega que el herbario “es la base de los estudios de flora. Uno va al monte, recolecta la planta una vez, pero cada vez que necesite información de la planta no puede ir al monte. Entonces, para eso está la colección del herbario, que es importante en los estudios”.

En dos pabellones se expone vegetación de bosques húmedos tropicales y bosques húmedos de montaña. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Al ofrecer una panorámica de las colecciones del JBN, la presidenta de la Sociedad Cubana de Botánica afirma que, “con más de 400 ha de terreno, como jardín botánico, es uno de los mayores con esa área destinada a colecciones. Porque hay jardines enormes, pero que incluyen áreas naturales. Aquí todo está sembrado en colecciones organizadas científicamente.

“Aproximadamente la mitad de los terrenos están dedicados a la flora tropical mundial, y el resto abarca una representación de los bosques cubanos. Eso funciona como una colección ex situ de conservación. Tenemos las reservas de plantas y semillas de todas las especies representadas en el jardín. En la parte cubana, tenemos la zona de serpentinas, un pequeño cuabal; los pinares, incluso con los encinos, los verdaderos robles…

“La de mogotes, incluido el ceibón (Bombacopsis cubensis), y la de manigua costera. Ahí se vertieron la mayoría de las rocas que formaban las cercas y se ha representado la vegetación que está a continuación de la línea de costa alta nuestra, que es seca, rocosa.

“Además, tenemos colecciones de plantas bajo techo, entre ellas las que están en los pabellones de exposición y las colecciones científicas en viveros, que son colecciones vivas. Ahí hay especies en las que están más enfocados los cuidados de conservación, parte de los proyectos de la Red Nacional de Jardines Botánicos, mediante la cual intercambiamos especies que han sido identificadas con algún grado de amenaza en los estudios de flora y de conservación.

“En las expediciones botánicas, a veces se va a buscar especies determinadas y a veces encontramos y recolectamos otras escasas en la naturaleza. Se establecen protocolos de propagación, se reintroduce en la naturaleza y, además, tratamos de distribuir entre los jardines botánicos que puedan reunir las condiciones para su supervivencia, en colecciones ex situ.

“En el Jardín hay cultivadas, vivas, unas 3 000 especies. Son colecciones importantes. Hay plantas que se han traído de otros jardines botánicos, que luego se han perdido allí. Podemos funcionar como banco de germoplasma para ellos. Funciona así internacionalmente. Históricamente, los jardines tienen, libre de costo, un proceso de intercambio entre instituciones”.

Palma corcho (Microcycas calocoma) en uno de los pabellones de exposición del Jardín Botánico Nacional. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Palma corcho (Microcycas calocoma) en uno de los pabellones de exposición del Jardín Botánico Nacional. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Según estimados internacionales, hay unos 2 500 jardines botánicos en más de 150 países, en los que se cultivan unas 80 000 especies, cerca de la quinta parte de la flora registrada. Del total de especies representadas en los jardines, alrededor del 20% están amenazadas.

Son sitios con un amplio abanico de funciones y valores, que van desde la conservación ex situ, los estudios fitogeográficos y taxonómicos, la categorización y las listas rojas, la docencia y todo lo relacionado con la botánica y la ecología, hasta la recreación sana y la educación ambiental de las personas a través de su experiencia vivencial allí.

Son, además, valiosos bancos genéticos, efectivos pulmones verdes de las ciudades y sitios que garantizan el hábitat de numerosas especies animales. Sin dudas, su importancia se multiplica en medio de la actual crisis climática y medioambiental.

Las mariposas también encuentran hábitat en el Jardín Botánico Nacional. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Jardín Botánico Nacional de Cuba:

Un complejo de colecciones de plantas, organizadas científicamente, en zonas fitogeográficas y temáticas.

25 colecciones al aire libre en un área de aproximadamente 480 ha, de la flora cubana y de las regiones tropicales del planeta (Asia, Australia, África, América Central, América del Sur, Antillas, México, Oceanía). Se suman el Palmetum (más de 200 especies de palmas de Cuba y regiones tropicales en 50 ha), el Bosque Arcaico (árboles antiguos), plantas ornamentales, frutales y el Jardín Japonés.

Las áreas dedicadas a Cuba (unas 120 ha), están distribuidas en sábana de júcaros y palmas, pinar, vegetación sobre serpentinas, bosque semideciduo, vegetación de mogotes, monte seco y manigua costera.

15 colecciones bajo techo, incluidos los pabellones de exposición (Cactus y suculentas, Bosques húmedos tropicales y Bosques húmedos de montaña) y viveros.

Más de 125 especies de aves (endémicas cubanas y caribeñas, migratorias y migratorias parciales) han sido registradas en áreas del Jardín Botánico.

Cabrero (Spindalis zena), especie residente permanente, una de las decenas que se pueden observar en el Jardín Botánico Nacional. Foto: Karen Aguilar Mugica/ Libro “Aves del Jardín Botánico Nacional de Cuba”.

Aparecido de San Diego, entre las 125 especies de aves registradas en el JBN, junto a carpinteros jabado, verde, escapulario y de paso; bijiritas, arriero, cartacuba, sijú platanero, gavilán de monte y colilargo, zarapicos, garzas, cernícalo, pitirres y vireos.  Foto: Karen Aguilar Mugica/ Libro “Aves del Jardín Botánico Nacional de Cuba”.

Ecología de las aves en el Botánico Nacional: “Un laboratorio natural que nos dio mucho más que un lugar donde investigar” (+ Fotos)

Aire libre, canopy, recreación con contenido ambiental

Mario Hernández Pita, guía principal del canopy del JBN y especialista en educación ambiental, explica que está concebido como un proyecto de educación, para mostrar al visitante el dosel arbóreo alrededor de los pabellones de exposición.

La estación del canopy está, precisamente, al final del recorrido por los pabellones que exponen colecciones de cactus y suculentas, bosques húmedos tropicales y bosques húmedos de montaña.

“Normalmente, las personas vienen a los pabellones, aprecian las plantas en el recorrido, pero no el dosel, las copas de los árboles. Para ello diseñamos este canopy, con una extensión de unos 800 metros, cinco cables, un puente colgante y 10 plataformas”, dice.

El recorrido, o una mirada desde las plataformas, permite apreciar desde otro ángulo, en otro nivel, unas 30 especies de árboles y la fauna asociada alrededor de los pabellones, aunque la vista en realidad abarca mucho más.

Puente colgante entre dos imponentes ejemplares de Cavanillesia platanifolia. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

“Por ejemplo, se ven más cercanamente jutías, algunos camaleones, ranas arbóreas, especies de aves que son residentes permanentes o transitorias… Eso hace que sea más significativa la experiencia. No es solo la adrenalina de vivir la aventura de transitar por el cable, tiene un contenido.

“Tenemos el cable más rápido de Cuba, de 300 m de longitud. Es el último tramo, va desde una plataforma de 21 m a otra de 3 m de altura”.

Hernández Pita apunta que, en la preparación del visitante, los guías preguntan sobre la salud o alguna condición médica que pueda tener la persona. “Ofrecemos una explicación previa en un cable escuela con una plataforma, y luego, durante el recorrido, constantemente vamos rectificando todo lo que hacen las personas allá arriba”.

Las alturas de las plataformas varían: desde una de 5 m a otra de 15 m, en el puente; a 13 m, y luego hasta 21 m para descender a 3 m.

“Las plataformas están en árboles de interés para nosotros. Partimos de una caoba (plataforma 1), llegamos a un roble de Cuba (2); luego, en el puente (3 y 4), donde también hay una escalera de 46 pasos para quienes quieran bajar a tierra, dos ejemplares de Cavanillesia platanifolia [especie originaria del trópico americano, de grueso tronco y que puede alcanzar hasta 30 m de altura. Se usa, entre otras cosas, para construir canoas], al igual que en la plataforma 5. Son muy robustos.

“De la plataforma 5 a la 6, se aprecia un árbol bala de cañón, y después se llega a un bosque de anacahuita [árbol nacional de Panamá, también de grueso tronco, que puede superar los 30 m de altura]…

“Todo esto lo vamos explicando. En el caso de la anacahuita, también se hace una degustación de la semilla cuando está en fruto, pues es muy parecida al maní”.

Cuenta que han tenido experiencias muy emotivas. “Hemos atendido a niños con necesidades especiales, síndrome de Down, espectro autista… Personas obesas. Hemos hecho cumpleaños, damos recorridos a niños pequeños.

“Vino un niño al que todo le provocaba temor: subirse en una silla, que la gente hablara alto, cualquier cosa. Tenía tratamiento, la psicóloga había dicho que donde él decidiera romper el miedo, ahí pasaría, fuera en un río o en una bicicleta.

“Les dijo a sus padres que quería romper el miedo en el canopy. El papá vino y nos lo pidió, lo hicimos en tándem, con mucho cuidado, en el primer tramo. El niño decidió continuar y, cuando terminó, comenzó a gritar ‘rompí el miedo, rompí el miedo’. Y todos nosotros lloramos. Tenía siete años.

“Luego vino con sus hermanos mayores. Yo no lo recordaba. Se acercó y me preguntó: ‘¿Tú no te acuerdas de mí?’. ‘No’, le dije. ‘¡Yo soy el que rompió el miedo! Vine a traer a mis hermanos’. Esa vez se volvió a tirar, muy bien. Hizo tres cables en tándem, y dos, solo”.

“A mí me han pasado muchas cosas aquí, llevo años trabajando en el Jardín, pero esta experiencia del canopy ha sido muy bonita. La gente piensa que este trabajo es fácil, pero no, es muy complejo, lleva una responsabilidad tremenda. Hay quienes suben con una disposición enorme, y a mitad de recorrido entran en pánico”.

Zunzún en uno de los jardines del Jardín Botánico Nacional. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

El año récord de visitantes al Jardín (300 000) fue 1989. En 2022, en medio de fuertes limitaciones en el transporte, llegaron allí 75 000. También es un importante centro de convenciones en la ciudad: el pasado año fue sede de unos 400 eventos.

Cuenta con cuatro restaurantes con 1 200 asientos y otros servicios, parque infantil, rutas y senderos, espacios de bosque denso o de vegetación más abierta. Es posible hacer un picnic en familia, explorar a pie, en recorridos en vehículos con guías, o, si lo desea y decide ir en bicicleta, pedaleando. Darse un baño de bosque y naturaleza, aprender, admirar plantas y paisajes u observar y fotografiar aves, que son muchas y diversas.

Por estos días, he hablado con varias personas acerca del Jardín Botánico Nacional. Todas afirmaron que sí, quisieran ir, pero que es “complicado”. La del transporte y las conexiones es un área que trasciende al JBN; otros organismos e instituciones, empresas, autoridades, podrían colaborar en facilitar el acceso –más y mejores conexiones, preferente e idealmente, sostenibles–, o ampliar la disponibilidad de paquetes para visitas.

Lo que sí es un hecho es que es necesario “acercar” más el Jardín a la vida de la ciudad y sus habitantes, conectarlo orgánicamente con el tejido urbano de la capital. La gente necesita más opciones como esta.

Aire libre en el restaurante El Yarey, con vista al Palmetum. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

En una entrevista reciente, la Dra. en Ciencias Lourdes Mugica, que por cuatro décadas ha estudiado la ecología de las aves asociada al proceso de sucesión en el JBN junto al Dr. en Ciencias Biológicas Martín Acosta, se refería a los valores del Jardín y todo lo que puede dar a las personas.

“En la medida en que las personas se apropian de eso, crecen espiritualmente y comienzan a sensibilizarse, a comprender cuánto puede darles y mejorar su calidad de vida este sitio, que no es disfrutar solo de las plantas, sino de las aves y demás especies, de todo lo que aporta al ser humano estar en un medio natural”.

Estanque en el Jardín Botánico Nacional. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Jardín Japonés en el Jardín Botánico Nacional de Cuba. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

En uno de los pabellones de exposicion del Jardín Botánico Nacional de Cuba. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.