Tinajón camagüeyano

Como en un gran bostezo, el tinajón abre su boca y marca la diferencia con el resto de sus hermanos de barro. En cualquier tamaño atraen por su belleza, y nunca podrán evitar su pertenencia a una provincia que le dio identidad: Camagüey.

Los artesanos le atribuyen antecedentes andaluces, transmitida por los alfareros españoles asentados en el otrora Puerto Príncipe, que trocaron su función de recipientes para guardar granos, vinos, aceites y otros líquidos, en especie de aljibe.

Tinajones en Camagüey. Foto: Miozotis Fabelo

Aunque los tinajones se producen masivamente en esa región a partir del siglo XVII, no son privativos de ella. Sus beneficios y belleza ornamental fueron aprovechados en otros puntos de la geografía cubana: Trinidad, Sancti Spíritus, y más allá de sus fronteras, en Chile y Perú, donde prendió la tradición alfarera de la civilización incaica.

Tinajones en Camagüey.

En tiempos de refrigeradores y congeladores todavía en los hogares agramontinos está presente el tinajón, no solo como decoración en jardines y patios, sino guardando el agua potable que ofrecen a los visitantes con la jocosa advertencia de que “quien bebe agua del tinajón, se queda en Camagüey”.

El diseño de sus orígenes fue transformándose, aunque mantuvo el modelo clásico inicial que conocen los cubanos: panza voluminosa, líneas geométricas delimitadas y cresta destacada o amigdaloide.

Tinajones en Camagüey

Generalmente, de los más grandes, ubicados en patios interiores o en las entradas de las casas, de su boca brotan plantas y flores.

Precisamente, el gran tamaño de aquellos primeros tinajones permitió tejer leyendas vinculadas a amores prohibidos y a jóvenes enamorados que, sorprendidos en pleno romanceo, encontraban, un escondite salvador en la gran panza de los tinajones.

Tinajones en Camagüey.

Y otras anécdotas rondan afirmando que por el 1875 un soldado mambí salió de la manigua para visitar en el pueblo a su pequeño hijo enfermo. Cuando estaba en la Plaza de San Juan de Dios, fue reconocido y escapó en loca carrera de los guardias españoles que lo perseguían, hasta poder esconderse dentro de un tinajón.

Puede que estas historias sean pura fantasía, pero el gran tamaño de estas bellísimas vasijas de arcilla roja, se prestaban a dejar correr la imaginación.

De generación en generación, el diseño mantiene sus líneas, aunque son otras las tendencias decorativas y la utilización del barro. Pero, el paso del tiempo poco ha podido cambiar las concepciones artísticas que trazaron los primeros tinajones, que siguen impertérritos, en sus bostezos de siglos.

Tinajones en Camagüey. Foto: Miozotis Fabelo