Imagen alegórica a la oralidad del cubano de hoy

Una palabra resbalosa, que se agranda o achica según las intenciones del hablante, ha encontrado espacio distinguido en la oralidad del cubano de hoy.

Curiosamente, ahora resulta que todo es bastante. En la empresa que ganó un importante reconocimiento, se trabajó bastante; la muchacha que tiene al joven embobecido es bastante bonita; y al medio día, cuando hasta las suelas de los zapatos se derriten por las altas temperaturas, hace bastante calor.

Por algún misterio, las cosas ya no son “muy” ni “mucho”.

Y no es que bastante, este adjetivo, adverbio o participio -en dependencia de la función que cumpla en la oración- esté mal usado. La RAE precisa entre sus acepciones que puede entenderse por “numeroso, abundante o copioso”. Otros diccionarios, la mayoría, recogen que significa “ni mucho ni poco”, “ni más ni menos de lo regular”, “que basta”, y “que no es poco”.

Pero llama la atención que mientras los superlativos (lindísimo, buenísimo, malísimo...) van desdibujándose en el habla cotidiana desplazados por el monocromo “súper”, la mayoría de las calificaciones llevan el “adjunto” de bastante.

Como si en cada hablante existiera cierta aprehensión a asumir verbalmente una postura más rotunda o radical. Quienes abusan del bastante parecieran intentar, sin explícitamente proponérselo, restar valía al criterio de cantidad que emiten.

Su grisura, falta de brillo y de orilla hacen del bastante uno de esas palabras que siempre andan a medio camino.

Ojalá decida bajarse del pedestal en que la hemos encaramado. Para eso haría falta que los cubanos que hablan y conversan ,intercambian y parlotean, chacharean y comparten, le presten no bastante sino mucha atención al asunto.