María Lourdes, Antonio y su hijo Sandir constituyen una familia y viven en el Vedado. Foto: Facebook/Naturaleza Secreta.

María Lourdes, Antonio y su hijo Sandir son una familia y viven en el Vedado, en La Habana. Ellos guardan en su memoria el recuerdo de un terrible combate contra la COVID-19. Hace meses recibieron a una amiga procedente de Málaga, España, en un momento en que en esa ciudad no se había reportado ningún caso positivo al SARS-CoV-2 y a través de ella se contagiaron.

María Lourdes, con 64 años, es hipertensa, tiene una ligera insuficiencia cardíaca y, por lo tanto, se temía que la enfermedad en su caso se manifestara de una manera más agresiva; sin embargo, fue Antonio —sin ninguna comorbilidad— el que experimentó síntomas más evidentes: dejó de comer, tuvo dolores en todo el cuerpo, fiebre, mucha tos seca, numerosos diarreas, todo eso lo llevó a la terapia intensiva y a nueve días en coma.

Los médicos le dijeron a su familia que se prepararan para lo peor. Compartimos con ustedes el testimonio de él, que forma parte del documental Historias paralelas, recientemente terminado, en el que se cuentan historias de varias personas que estuvieron enfermas con la COVID-19:

“La angustia, el sufrimiento, la tragedia más fuerte era para ellos dos, que estaban conscientes de que yo me encontraba en una situación extremadamente crítica, y mis hijos menores que estaban en México y estaban totalmente desesperados, totalmente desquiciados. Hicieron una cadena enorme de personas para que me tuvieran un sus oraciones, en su corazón, eso también ayuda.

Yo incluso no sabía que estaba en el Hospital Naval, me creía en una sala de terapia que en un lugar totalmente desértico que estaba custodiado por soldados, las cosas que pensaba, y frente a mí había un árbol que imaginaba como una mujer con muchos brazos, que danzaba frente a mí como burlándose y yo cerraba los ojos y todas esas hojas se convertían en miles y miles de coronavirus.

María Lourdes, esposa de Antonio, convaleciente de la COVID-19. Foto: Facebook/Naturaleza Secreta.

 

Cuando volví en mí en medio de la gravedad, que ya salí del coma, que me quitan la intubación, en lo primero que pienso es en ella (su esposa) y ese fue para mí el momento más crítico, en que pienso que ella ha fallecido, por su enfermedad de base y los problemas cardíacos, pensaba que la había perdido, es la madre de mis hijos, pero es mi compañera de 46 años, la otra mitad de mi vida. Lloré en silencio, soy un hombre fuerte, me considero una gente entusiasta, de lucha, pero pensaba que no iba a ver más nunca a lo que sustenta mi vida, porque es eso, la esposa, los hijos, los nietos batallando juntos por la vida. Es que se piensa en todo, hasta en desprendernos de las relaciones más íntimas que podemos tener todavía a nuestra edad, que son limitadas, pero están ahí presentes.

Recuerdo que una vez me pincharon por la ingle, por este lado, yo lo que sí veía es que continuamente me estaban suministrando medicamentos de todo tipo, interferón, antibióticos, no sé cuántos, no estoy exagerando, yo creo que diariamente eran 14, 15 veces que venían a suministrarme medicamentos.
Cuando yo salí de la gravedad no tenía olfato, no tenía paladar, todavía no hablaba, te deja secuelas, a mí me dejó una lesión pulmonar, prácticamente un mes estuve sin caminar, pude subir las escaleras de esta casa después de un mes, lesiones cutáneas, no podía dormir, el sueño trastornado.

Soy un hombre de sueños, tenía sueños antes de la pandemia y los sigo teniendo, en todos los aspectos de la vida, el día que no tenga sueños no vale la pena vivir y hubo un momento, te lo voy a decir honestamente, después lo pones o no en la entrevista, en que yo pensé que los valores se habían perdido, todos: el sustento moral, espiritual, de solidaridad, de ayudar al prójimo, de cooperar, de compartir el pan y el alma, y he visto cómo los vecinos han acudido sin que tú los convocaras, sin que tú le pidieras nada, tocándote la puerta y a veces sin pedirles nada te decían: te traje esto, te boté la basura, te busqué la comida, ¿qué tú quieres? Ese espíritu. Los artesanos que hicieron 10 camas para un hospital, la cooperativa que se fue con un camión de viandas para un hogar de ancianos, ese espíritu de solidaridad que estaba ahí, que yo pensé era como los dientes de leche, que se caían, porque no tenían calcio y, sin embargo, bastó para que esta situación se produjera, lamentablemente, para que ese espíritu saliera otra vez con mayor fuerza que nunca.

Yo sentía como si esas enfermeras, esos médicos, los doctores de terapia intensiva del hospital Naval fueran parte de mi familia. Ese equipo de enfermeros, técnicos, médicos, me dio la posibilidad de vivir por segunda vez”.

Hijo de Antonio, convaleciente de la COVID-19. Foto: Facebook/Naturaleza Secreta.

 

Antonio, convaleciente de la COVID-19

 

(Tomado del perfil de Facebook de Naturaleza Secreta)