15 de febrero, Día Mundial del Cáncer Infantil

Ella siempre sonríe; pero su rostro entristece cuando ve a la enfermera con la jeringuilla. Ya no llora. Han sido tantos pinchazos que solo cierra fuerte los ojos.

Abraza a su papá. Le pregunta cuándo podrá ir a casa. Él vuelve a tragarse el dolor. Vuelve a mentirle. “Pronto todo acabará mi niña”, le dice con su voz ronca. ¡Mentira! La engaña para mantenerla tranquila. Tal vez él también quiere vivir esa mentira.

Carla tiene ocho años. Sus ojos irradiaban luz. La misma luz que se apagó hace dos meses cuando el hospital se convirtió en su casa. Cuando las batas blancas la rodeaban a diario. Cuando su mamá lloraba sin consuelo.

No conoce la gravedad de su enfermedad. Pero es muy astuta. Sabe que algo anda mal. Tiene deseos de llorar, de gritar. Se contiene. Con esa edad piensa en su familia. No quiere darles más sufrimientos.

Calla. Suspira. Finge que le gusta la peluca que le regalaron. Sonríe. Se porta bien porque quiere jugar con las muñecas. Quiere salir del hospital. Quiere ir a la escuela. Quiere cantar todas las mañanas el himno y saludar a Martí. Ella quiere ser feliz.

En Cuba, un país donde el cáncer es la segunda causa de muerte la historia de Carla puede tener muchos nombres. Niños y jóvenes con este padecimiento no pierden la esperanza en una de las islas de mayor sobrevivencia a la enfermedad, de acuerdo con el estudio denominado Concord 2, publicado en la prestigiosa revista The Lancet.

Hoy 15 de febrero, Día Mundial del Cáncer Infantil, la medicina cubana regala esperanza. Demuestra que el bloqueo no es impedimento para lograr que más del 75% de los niños tratados por diferentes tipos de cáncer consigan curarse y llevar una vida normal.

Hoy como todos los días en Cuba luchamos contra esta enfermedad, una de las primeras causas de muerte a nivel mundial. En Cuba, niños como Carla sonríen. Sonríen al futuro.