Primera Declaración de la Habana sin perder su vigencia en 60 años transcurridos

Un acontecimiento sin precedentes en la historia patria ocurrió en la Plaza de la Revolución José Martí hace 60 años, el dos de septiembre de 1960, cuando más de un millón de cubanos instituidos en Asamblea General Nacional aprobaron la Primera Declaración de La Habana, leída por Fidel Castro como respuesta al rumbo agresivo del imperialismo estadounidense y sus lacayos de la región para destruir al proyecto social de la Isla.

Nunca antes desde la Segunda Guerra Mundial, en tiempo de paz EE.UU. se enfrascaba en una guerra encubierta y no tan encubierta de bloqueo económico, diplomático y político, acciones terroristas, mediáticas y de agresiones militares como la que inició contra la Revolución desde prácticamente su triunfo el primero de enero de 1959.

El programa de medidas iniciales desarrolladas por la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado principalmente, fue revisado por el presidente estadounidense Dwight Eisenhower el 17 de marzo y entre otras acciones incluía sentar las bases para oponer a los países de la región contra la Antilla Mayor con el fin de facilitar la agresión mercenaria en preparación por la Ciénaga de Zapata, en lo cual la Organización de Estados Americanos (OEA) desempeñaría el papel fundamental.

Un capítulo importante de esos planes se desarrollaría en la capital de Costa Rica, San José, donde se realizó del 22 de agosto al 29 la VII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA que condenó a Cuba por ser presuntamente instrumento de la URSS y la República Popular China en el continente, mientras en Guatemala y Nicaragua se entrenaba bajo la dirección de la CIA la brigada mercenaria con la complicidad de sus respectivos gobiernos y de otros de la región.

La respuesta a tanta ignominia fue la Primera Declaración de La Habana, que condenó en todas sus cláusulas la mencionada declaración de San José, ordenada y elaborada por Washington para ser aceptada por los representantes títeres reunidos en esa ciudad para escarnio de la dignidad y verdadero interés de los pueblos hermanos de Nuestra América.

En uno de sus fragmentos afirmaba que “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba rechaza asimismo el intento de preservar la Doctrina de Monroe, utilizada hasta ahora, como lo previera José Martí, para extender el dominio en América de los imperialistas voraces, para inyectar mejor el veneno también denunciado a tiempo por José Martí, el veneno de los empréstitos, de los canales, de los ferrocarriles”

“Por ello, frente al hipócrita panamericanismo que es sólo predominio de los monopolios yanquis sobre los intereses de los pueblos americamos y manejo yanqui de gobiernos prosternados ante Washington, la Asamblea del Pueblo de Cuba proclama el latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez”(…).

Además, denunció la política imperialista de La Unión durante más de un siglo de intervenciones en México, Nicaragua, Haití, Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico para apoderarse de sus tierras y establecer los lazos neocoloniales que garantizaron hacer de la región el traspatio del imperio.

Igualmente destacó “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba niega categóricamente que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China de utilizar la posición económica, política y social de Cuba, para quebrantar la unidad continental y poner en peligro la unidad del hemisferio.”

Ante el falso concepto de democracia representativa que sirve solo a los intereses de las oligarquías nacionales se proclama el derecho de los pueblos a escoger el camino revolucionario y practicar el “ deber de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de los intelectuales, de los negros, de los indios, de los jóvenes, de las mujeres, de los ancianos, a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales”.

Por último sentenció que “A esa voz hermana, La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba le responde: ¡Presente! ¡Cuba no fallará! Aquí hay Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su lema irrenunciable:¡Patria a Muerte!

La Primera Declaración de La Habana, además de ser un rotundo triunfo moral y político ante los intentos estadounidenses y de sus títeres del continente de aislar y agredir a Cuba, presagió la primera derrota militar del imperio de Playa Girón en abril de 1961, y constituyó un programa de lucha popular en América Latina que no ha perdido vigencia en los 60 años transcurridos desde la histórica jornada.