Tras el arribo del segundo vuelo de internacionalistas desde Bolivia. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate

Soy polilla del Noticiero, desde los tiempos en que en mi casa natal era tiempo sagrado, incluso si eran 30 minutos o dos horas y se tragaba la novela, como antes sucedía tantas veces. Anoche pasaba el trillo, mientras escuchaba el reportaje sobre el regreso de los médicos desde Ecuador y Bolivia, en un IL-96 de Cubana que, ¡carajo!, estremece verle el cartel rojo sobre su lomo de cachalote viejo, todo digno, en cualquier aeropuerto del mundo entre tantos otros modernísimos.

Yo escuchaba a los médicos hablar, con la voz rajada del estremecimiento al ver llegar la aeronave, de cuando pusieron un pie en ella y se sintieron de nuevo en Cuba, a salvo. Yo sé de qué hablan, lo he vivido.

En esta vida de reuniones que llevo, pensaba en algo: ¿cómo un país, en “coyuntura”, con el combustible contadísimo, pudo en nada de tiempo disponer de varios vuelos para salvar a sus médicos? ¿Cómo les puso ómnibus, incluso taxis, para llevarlos hasta la mismísima puerta de sus casas? ¿Cómo, además, cargó con todas sus pertenencias? ¿Cómo, sabiendo que ahora sus arcas sonarán mucho menos, se quitó lo que estaba destinado a otras urgencias nacionales para traerlos a casa?

Recordé a Fidel, cuando se encaprichó en rescatar al expedicionario del Granmaque había caído al agua, a costa de malograr toda la misión. Siempre lo he imaginado, bien molesto, diciendo “de aquí no se mueve nadie, coño, hasta que ese hombre aparezca”.

Así, Cuba lo volvió a hacer, de aquí no se mueve nadie hasta que nuestros médicos estén de vuelta. Y estoy segura, antes de que alguien salga a preguntarlo, que los dos que están secuestrados estarán más temprano que tarde en casa. Lo veré en el Noticiero, mientras limpio mi casa.

Historias de médicos y tripulaciones de Cubana de Aviación que los trajeron en vuelos especiales desde Bolivia