Animación: Dominio Cuba

Donald Trump no inventó la mentira en política, pero la distancia creciente entre su administración y cualquier noción de verdad o datos verificables está cambiando para siempre la forma de hacer política.

El periódico The Guardian confirmó esta semana lo que era un secreto a voces: las fotos del discurso inaugural del presidente estadounidense en enero del 2017 fueron trucadas mediante software para mostrar una multitud mayor a la que realmente asistió.

Un fotógrafo del gobierno de Estados Unidos reconoció durante una investigación que había recortado intencionalmente las imágenes para eliminar espacios vacíos.

La polémica sobre el número de asistentes a la toma de posesión de Trump, comparado con quienes fueron a la de del demócrata Barack Obama en el 2009, marcó el inicio de la nueva administración y un concepto que se mantendría desde entonces: “hechos alternativos”.

Comparación entre toma de posesión de Obama y de Trump

El nuevo presidente y el vocero de la Casa Blanca aseguraron que se trataba de la ceremonia más concurrida en la historia de Estados Unidos, pero cuando los periodistas contrastaron las afirmaciones con la realidad, la Casa Blanca tuvo que decidir entre reconocer que había mentido o cambiar el concepto mismo de verdad. La segunda variante les pareció más factible.

El presentador del programa Meet the press (“Encuentro con la prensa”),Chuck Todd, increpó a Kellyanne Conway sobre la exageración en las cifras de asistencias y  la consejera estrella de Trump hizo un poco de historia con su respuesta:

“Él lo que hizo fue presentar hechos alternativos. No hay manera de contar las personas dentro de una multitud con exactitud”.

Pero las cosas no quedaron ahí. De acuerdo con el Chequeo de datos del diario Washington Post, el presidente Trump ha dicho 4 713 mentiras en 592 días en la Casa Blanca, desde el 20 de enero del 2017 hasta el pasado 4 de septiembre.

Es decir, que el mandatario dice un promedio cercano a 8 mentiras por día o, como preferiría llamarle, “hechos alternativos” por día.

Tal bombardeo de falsedades demanda un nuevo tipo de audiencia. El Centro de Investigaciones Pew aplicó una encuesta según la cual sólo 1 de cada 4 adultos estadounidenses distinguen separadamente información objetiva y opiniones en espacios noticiosos.

Otro estudio de Pew apunta que el 68% de los estadounidenses se sienten “exhaustos” por la cantidad diaria de noticias. Si es así, se podría suponer que la mayoría esté aún menos interesada en asumir la carga de establecer cuántas de ellas son falsas.

El caso de los “ataques” en Cuba

Entre las mentiras más exóticas y elaboradas de la administración Trump están los supuestos incidentes con la salud de un grupo de diplomáticos estadounidenses en Cuba.

De acuerdo con los “hechos alternativos” del actual Departamento de Estado, sus diplomáticos enfermaron de manera misteriosa entre finales de 2016 y mediados del 2017. Los síntomas incluyen mareo, dolor de cabeza, dificultad para conciliar el sueño, pérdida de la audición e, incluso, conmoción cerebral.

El uso de la palabra “ataque” para describir los supuestos incidentes, que se utiliza en Washington desde mediados del año pasado, califica como una de las manipulaciones más burdas de la administración Trump.

Imagen de Carlos Fernández de Cossío con palabras alegóricas a los supuestos ataques sónicos

Tras casi dos años de investigaciones, tanto por parte de Cuba como de Estados Unidos, no existe una sola evidencia que respalde las alegaciones de Washington ni mucho menos que apunte a una participación cubana.

Pero donde la historia se pone realmente digna de un capítulo de Expedientes X es en las explicaciones de la prensa estadounidense, muchas de ellas filtradas por el propio Departamento de Estado, sobre lo que supuestamente ocurrió y sus causas.

En menos de dos años se ha pasado por hipótesis como “ataques acústicos” con armas desconocidas por la ciencia, virus especializados en dejar sordos a los diplomáticos, conmociones cerebrales sin daño físico apreciable y un arma de rayos microondas, como el que se utiliza para calentar la comida.

Pero en el universo alternativo de Washington parece haber espacio para más.

Varios medios de prensa citaron la semana pasada a tres médicos que supuestamente evaluaron las pruebas realizadas a los funcionarios estadounidenses y consideran que una “neuro-arma” podría ser la responsable.

“Pueden ser biológicas, químicas, o en al caso de los incidentes en La Habana, que dirigen la energía”, según dijo a la revista National Defense, el doctor James Giordano.

Sin embargo, casi en la misma fecha, funcionarios del Departamento de Estado aseguraron en una audiencia en el Congreso que el gobierno estadounidense aún no sabía cómo se llevaron a cabo ni quién está detrás de los supuestos ataques.

Lo que no hacen los funcionarios es salirle al paso a las versiones que corren en Internet, lo que los convierte en cómplices, en el mejor de los casos.

Sin mostrar evidencias de su uso en Cuba ni elementos  factuales que lo justifiquen, lo supuestos especialistas intentan que la opinión pública compre otra teoría aún más confusa e inexplicable que las anteriores: unas armas desconocidas en Cuba que usan la energía para transformar las variables neurológicas de los afectados, unas propiedades casi mágicas y dignas de la ciencia ficción.

En cualquier otro lugar o momento de la historia, la reacción ante el exotismo científico del Departamento de Estado podría ser la risa, pero no en la era de los “hechos alternativos ”.

Bajo estos argumentos sin sentido, Washington mantiene paralizados los servicios consulares de su Embajada en La Habana, los mismos de los que dependen decenas de miles de familias en uno y otro lado del Estrecho de la Florida.

Asimismo, los avances en las relaciones bilaterales de los últimos años, que van desde la colaboración en la protección de áreas marinas a la aplicación y cumplimiento de la ley, se ven torpedeados por el nuevo clima bilateral.

 
 

 

Hoy ya se cuenta con las pruebas de la falsificación de las fotos de la toma de posesión de Trump. Sin embargo, quizás haya que esperar más tiempo para que algún funcionario estadounidense desenmascare el plan que se ha aplicado en el caso de los “ataques acústicos” o se desclasifique información sobre cómo se manipuló la opinión pública para aplicar un cambio de política hacia Cuba que es impopular dentro de los Estados Unidos.

La única certeza, mientras tanto,  es que no existe tal cosa como “hechos alternativos”, sino solo la vieja y conocida mentira.

En video, recorrido por las ideas más descabelladas de Washington