Parque Metropolitano de La Habana

Límpido, casi transparente, fluyendo sosegadamente por su curso, hasta perderse en un recodo. A sus orillas, juegan los niños, aman los jóvenes, y hasta descansan los viejos. Ese es el río imaginado, que alimenta la inspiración de escritores y poetas.

El azul intenso del cielo cubano se refleja en las mansas aguas de sus ríos. Con orgullo recordamos a los criollísimos Contramaestre, Toa, Zaza, al simbólico cauce de Dos Ríos, y tantos otros que alegran y vivifican la geografía cubana. Pero de uno muy habanero, les vamos a contar. Me refiero al río Almendares. Otrora potente surtidor de aguas puras que desembocaban en el Callejón del Chorro, para dar vida a la Villa de San Cristóbal de La Habana.

Casiguagua fue su nombre aborigen, que los colonizadores cambiaron por La Chorrera. Pero, no sería por mucho tiempo, porque en honor del Obispo de La Habana, Enrique Almendaris, trocaron otra vez su nombre, y Almendares se llamó hasta la actualidad. Este río, en su inicio caudaloso, desde el siglo XVI fue testigo de la tala indiscriminada, el desmonte de grande bosques de maderas preciosas, que la corriente de sus aguas arrastró hasta la costas, para allí subirlos a grandes barcos que los trasladarían a España.

Canal de Vento

Y precisamente, el curso del río fue también vía principal para penetrar en la campiña habanera, y a través de su curso, levantar haciendas, vegas, ingenios... Obras, que demandaron sus aguas para cubrir las necesidades de abasto de una población que nacía. De ellas solo quedan ruinas, que la vegetación llena de misterio.

En 1544, el gobernador de la Isla, Juan Dávila, solicitó la aprobación del rey de España para desviar a las aguas de la Chorrera hasta la naciente ciudad. 33 años después, concluían las obras de la Zanja Real, considerada el más antiguo acueducto de América Latina. Pero, esta prioridad cambiaría, cuando en 1592, el ingeniero Juan Bautista de Antonelli, constructor del Morro, completara la represa del Husillo para encauzar sus aguas por esa zanja que abastecería a La Habana, 243 años más.

Otros cuatro acueductos vinieron después para satisfacer los reclamos de expansión y desarrollo urbanos: El Fernando VII y el de Vento, construidos en 1835 y 1859, respectivamente; el del puente de Calabazar y la nombrada Taza de Vento, que empezó a prestar servicio en 1926.

Trampa en río habanero evita llegada de desechos sólidos al mar

Durante esos años, las márgenes del Almendares fueron deforestadas para construir fábricas y embalses. Así, la industria que creció a su sombra se convirtió en su peor enemigo, convirtiéndolo en casi irrespirable. Esta labor de depredación se mantiene por los residuos que vierten unas 20 industrias, por contar solo las incluidas en el área del llamado Parque Metropolitano de La Habana.

El desastre determinó una ley ambiental, a partir de la cual un grupo de expertos participantes en la Conferencia Internacional Río Almendares SOS, convocado por la Fundación del Hombre y la Naturaleza, reclamaron que los diferentes ministerios colocaran en sus industrias filtros o trampas de grasa, con el fin de disminuir el grado de contaminación.

contaminación.

Otros especialistas promueven la posibilidad del drenaje profundo del Almendares, y la instalación de pequeñas plantas de tratamiento biológico o natural. Sin olvidar el trabajo de educación ambiental con la población que estimule una respuesta ecológica cotidiana, pues en la mayoría de los casos, las agresiones contra el medio se sustentan en el desconocimiento de sus consecuencias.

Justo en estos días se promueve una jornada de higiene en sus márgenes y alrededores, un bosque de increíble belleza. Participan la juventud y trabajadores del Parque Metropolitano de La Habana, todos, en el empeño de recuperar la transparencia de sus aguas.

Como un deber y sueño de los habaneros, la intención es permitirle su otrora esplendor, como regalo al 500 aniversario de la capital y también -¿porque no?, para las futuras generaciones.

Parque Metropolitano de La Habana