Frank Ernesto Herrera llegó desde la reserva y aportó cinco triunfos a los Azules. Foto: Cubadebate.

Gran mayoría de los aficionados del país apoya la estructura escogida para la venidera Serie Nacional, aunque como es natural existen diversas opiniones al respecto entre defensores y detractores de los refuerzos y otros detalles organizativos.

Resulta muy difícil en el béisbol y en la vida misma, aunar criterios sobre un tema específico y conseguir el 100 por ciento de aprobación en alguna gestión o proyecto.

Sin embargo, un calendario de 75 juegos donde todos los equipos tendrán la oportunidad de jugar cinco veces en partidos de ida y vuelta contra todos sus rivales en competencia, ha sido una batalla ganada por la comisión nacional en medio de los problemas de toda índole suscitados por la pandemia del nuevo coronavirus.

Desde el mismo 1 de agosto los equipos saldrán a entrenar a sus estadios bajo estrictas medidas higiénicas, para en el transcurso de seis semanas tratar que sus jugadores logren la forma deportiva necesaria para enfrentar el reto de la Serie Nacional número 60, a comenzar el venidero 12 de septiembre.

La preocupación de los aficionados capitalinos con este formato está en el área de los lanzadores. Para todos es una incógnita saber si ese grupo de jóvenes (talentosos muchos de ellos) sería capaz de soportar el ataque de los rivales en una serie alargada y sin refuerzos hasta la llegada de los playoff.

La ausencia este año de algunas figuras como Vladimir Baños y Marcos Ortega, el posible contrato que pudieran tener Brian Chi y Andy Rodríguez y el no poder contar con lanzadores de refuerzos después del juego 45 como en la pasada temporada, crea muchas dudas dentro de la afición azul.

Lo positivo, además de contar este año con la dupla Javier Gálvez-José Elosegui como entrenadores de picheo -todo un lujo para cualquier conjunto- es que estamos hablando de Industriales, un equipo que ha demostrado muchas veces a lo largo de la historia su capacidad para sacar “conejos de un sombrero” por las características de sus jugadores y por ese linaje azul, que aunque muchos aficionados de otras tierras no comprendan, existe.

Ya lo demostró en la pasada campaña Frank Ernesto Herrera, un muchacho que llegó desde la reserva a ganar cinco partidos en la segunda etapa y a parar en seco a unos Toros camagüeyanos desbordados en un Latinoamericano imponente, en plenos playoff de semifinales.

A eso me refiero. Por eso las huestes capitalinas confían y esperan por el repunte de los suyos, esos que aún no tienen nombres, pero llevan en la sangre el valor y la gracia de sus antepasados gloriosos. Nos vemos en el estadio.